Summary: | El proyecto de producción de materiales audiovisuales de la historia local y reciente tuvo su origen hace varios años y cruzó dos inquietudes que nos interpelan desde hace muchos años más. Por una parte, trabajábamos con fuentes orales parareconstruir procesos de la historia reciente y local, en general muy próximos en el tiempo y en problemáticas que afectaban a las denominadas minorías: familias y/o mujeres en situación de pobreza, perseguidos políticos obligados al exilio o al insilio,ocupantes ilegales de tierras en las que construían sus viviendas y organizaban su vida cotidiana, etc. Durante las entrevistas, era frecuente que nuestros testigos relataran alguna anécdota o algún episodio que nos parecía lo suficientemente apto para atrapar la atención deun adolescente en la clase de Historia. Esto interceptaba la segunda cuestión: cómo volver significativos los análisis de procesos históricos para adolescentes y en la escuela secundaria y contribuir a la relegitimación del sistema educativo como un espacio de construcción de saberes, al tiempo que contagiar a otros públicos, el encanto que para nosotros tiene la indagación sobre el pasado. La primera intención del proyecto fue recuperar lo cotidiano para enseñar historia en la escuela secundaria. Luego continuaron otras cuestiones. Una de ellas se refiere a las potencialidades del testimonio oral que ayuda a comprender un clima de época porque quien transmite su vivencia lo hace desde un lugar muy personal, ayuda a aproximarnos a lo que el protagonista sintió durante el episodio narrado. Era una primera oportunidad para repensar y respondernos sobre la enseñanza de la historia desde un lugar más amigable que el libro de texto escolar que –en general- presenta una estructura inmóvil, ajena y alejada a la realidad de un estudiante cordobés. Estas primeras cuestiones e intuiciones fueron de gran utilidad para sobreponernos a la gran preocupación por la enseñanza de la historia, que anidaba a su vez, en una aflicción mayor y más profunda de muchos profesores de historia e historiadores y provenía de la crisis de la enseñanza secundaria y a veces hasta universitaria, de las preguntas que nos hacíamos entre colegas y que podían sintetizarse en ¿para qué enseñar historia en un mundo que repite sus fracasos bajo las diversas formas de las violencias materiales y simbólicas, desde las persecuciones hasta la explotación, la discriminación, la pobreza y las exclusiones? Tal vez, lo que se deba cambiar es la pregunta y ya no es solo el contenido de lo histórico, sino el método y sea el cómo enseñar historia para repensar una sociedad mejor. Al fin de cuentas, tal vez la clase de historia sea una de las pocas oportunidades que los niños y adolescentes tienen para aprender sobre nuestro, pasado y comprenderlo desde un lugar de acción, crítica, apertura y preocupación por la ciudadanía; un pasado que no está cerrado del modo que lo explica en general la historiografía adoptada en las escuelas y que tal vez no vaya a ningún lugar en particular, tal como lo pretendía una teleología de la historia, ya superada en las aulas universitarias pero presente en el sentido común, aún en el de muchos profesores de historia y en la mayoría de los ciudadanos. Se puede seguir enseñando en ̈piloto automático ̈ fingiendo que está todo bien y es la alternativa para muchos docentes de todos los niveles, pero es más complicado seguir enseñando en situación de crisis porque éstas nos interpelan, nos irritan y muchas veces nos obligan a encontrar respuestas. Desde nuestro quehacer y experiencia como profesores e investigadores de la universidad pública argentina, también, intentamos dar alguna respuesta a esa cuestión y lo primero, fue imaginar nuevos materiales cuyo soporte fuera más afín al sujeto con quien nos vinculamos, aquel con quien debemos generar la empatía necesaria para aprender: el adolescente del siglo XXI. Es el joven que pivotea entre ser niño y adulto, su era es la del video juego y del zapping y es también el futuro ciudadano de un mundo globalizado, donde el tiempo y el espacio –dos componentes elementales de lo histórico- cobran dimensiones inusitadas por el uso de las tecnologías.
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