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|a Hay una nota magistral en este develamiento sostenido de Adriana Colombo: el sujeto psíquico. La historia del mismo, la necesidad de romper cierto silencio, darle la palabra y, en su ejercicio, encontrar lo que excede a la discapacidad, a la deficiencia, y también al sufrimiento. Este libro es para todo aquel que se ha interrogado por la subjetividad en la discapacidad mental, pero sólo como una excusa para llevar esta interrogación un paso más allá. Adriana Colombo intenta incursionar en la falta de acceso a lo simbólico, en los lazos familiares, en la atención en la institución, en las distintas producciones que se podrían facilitar a la hora de encontrarse con un sujeto. Lo lúdico-gráfico, la palabra serán el eje, pero también la escucha, la ética, el sopesamiento de la omnipotencia del deseo y la detención del furor curandis, cuando en verdad la pregunta debería ser ¿qué curar? Son historias, relatos, acontecimientos silenciados que hoy encuentran su mejor forma para la transmisión. Una lectura psicoanalítica es lo propicio para este desarrollo del encuentro con el sujeto psíquico, para no quedarnos con el estigma de un diagnóstico, como la expresión total de un ser, que precisa, antes que nada, del uso de la palabra, de una escucha profesional para abordar sus problemáticas. Los prejuicios sociales, institucionales, profesionales, familiares, son interrogados uno por uno, para ahondar en las posibilidades ciertas de un tratamiento en devenir. Este libro nos acerca testimonios, relatos de casos, trabajos clínicos con los familiares y los pacientes, en el hospital, porque Adriana Colombo sabe que el trabajo para la restitución de una palabra silenciada no podría ser sin todos estos elementos. Un inmenso trabajo, una conjunción de diversos elementos en juego, que nos abre la pregunta por la subjetividad en la discapacidad mental, para interrogarnos por fin si estamos haciendo una clínica del excluido, o logramos llevar el psicoanálisis a un lugar más creativo… como los pacientes, que en este libro íntimo y accesible, nos terminan enseñando. Nicolás Cerruti (contraportada)
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